lunes, 24 de octubre de 2011

Puerto Montt a El Melí

18 de Septiembre de 2011

El reposo tuvo sus efectos y la amanecida estuvo mucho mejor!, sin tantos dolores y con mucho más ánimo. Por lo mismo era el momento de hacer algo distinto, y que mejor que ir pal 18 al campo!. La idea era ir a visitar las antiguas comunidades de los Trabajos Voluntarios UC, con toda una expectativa de si se iban a acordar de mi humanidad o simplemente iba a pasar desapercibido… En la zona de Los Muermos yo visité dos comunidades, la de Yerbas Buenas el verano de 1999 y la de El Melí el verano del año 2000; luego en un mochileo en cleta pasé a visitar estas mismas localidades el año 2002 y de ahí que no he vuelto a ver a estos amigos sureños.

Invité a mi padre, y como es poco prendió se sumó a la aventura. Llegamos a Los Muermos justo cuando había terminado el acto principal del 18 de Septiembre, caminamos por sus calles y se nos cruzó una picada milenaria: “la docena de empanadas por dos lucas”… ante tal tentación no quedaba otra que entrar a probarlas, jajaja. Dentro del recinto mi viejo miro pal lao y se tentó con una cazuelita, por la módica de luquita.
Así que salimos con el ombligo parao listos para ir a la zona más rural. Camino a El Melí pasamos por la comunidad de El Ñady, donde también en algún momento estuvieron los Trabajos Voluntarios. Entramos a la escuelita para ver como estaba, pero no salió nadie. Luego de unos minutos llegamos a El Melí y nos fuimos directo a la escuela.

Al llegar al recinto muchos sentimientos afloran, una infinidad de hermosos recuerdos de aquella etapa de mi vida que tanto disfruté con mis pares y con la gente del campo.
Es emocionante ver que la escuelita se mantiene ahí y que ha crecido, ahora tiene un jardín infantil y un gimnasio techado. Para el año 2000 habían unos 70 niños… en la actualidad unos 120. Que lindo sería que todos los que fuimos alguna vez a trabajos voluntarios nos diéramos el tiempo de visitar estas comunidades pasados los años, lo más increíble de todo es que a pesar de los años los recuerdos siempre quedan y más aún en la gente del lugar.

Al frente de la escuela viven Ada, Luis y sus hijos, que por la época de trabajos tenían entre 8 a 14 años… ahora, después de unos 10 años, ya están grandes y pasaron de ser unos niños inquietos y curiosos por las bicicletas, la pelota y la resortera a unos hombres con responsabilidades y sueños.

Nos acercamos a la casa y con un poco de nerviosismo llamo a la puerta, con la duda de si se acordarán de mí. Pregunto si ahí vivía el Maucho, y la señora Ada me dice que no, que vive más abajo… en ese momento les pregunto si se acuerdan de mí, les conté que había venido hace mucho tiempo y luego había pasado en bicicleta… sin decir más la señora Ada se acerca y me abraza como si fuera un hijo más y nos invita a pasar a su casa. Ahí dentro estaba Don Luis, Ricardo, Esteban, Anita… todos grandes!, jajaja, que alegría verlos y tan cambiados!!!. Hasta yo estaba distinto porque en la época de trabajos andaba bien pelado y ahora me había dejado el pelo un poco más largo por el frío.

Conversamos un buen rato de nuestras vidas, de la cantidad de cosas que habían transcurrido por estos años. En ese momento nos dan las 17 horas y los cabros tenían una pichanga con unos amigos de la comunidad de al lado, San Carlos. Me invitaron y que iba a decir que no!, hace ya como un año y medio que no juego a la pelota!. Me prestaron unas zapatillas y listo!.

Jugamos como tres horas, hasta que la luz se acabó, jajaja, luego nos fuimos a la casa y nos estaban esperando con empanaditas la familia y los hermanos de la iglesia evangélica que dirige la Señora Ada como Pastora.

Nos reímos un montón con los chistes de estos nuevos amigos, que nos acogieron como uno más de ellos. Lo más curioso de todo es que pasamos un 18 de los mejores y no tomamos nada de copete, jajaja, pura bebida y cosas ricas, con la mejor compañía.

Ya después se nos hizo tarde y la familia nos invitó a quedarnos, además si queríamos pasar el otro día en el río con un asadito también estábamos invitados…

Y así nos fuimos a acostar, contentos por la bella jornada que vivimos.























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